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sábado, 19 de febrero de 2011

La mano le temblaba un poco cuando golpeó el cristal . La ventana se abrió enseguida y ella pensó satisfecha que debía de estar allí esperándola.
Hacía calor en la habitación y se preguntó si el rubor de las mejillas se debería a la temperatura o a la sola idea de las horas que tenían por delante. Seguramente sería por lo segundo, se dijo, pues también las de él despedían fuego.
Por fin llegaba al punto que ella había deseado desde que arrojo la primera piedra contra la ventana. Instintivamente supo que con él la convenía ir despacio. Si había algo que sabía hacer, era adivinar cómo eran los hombres y luego darles la mujer que querían. En su caso, tuvo que interpretar la dulce y tímida flor  durante un par de semanas insoportablemente largas. Ella habría preferido meterse en su cama la primera noche, pero sabía que eso lo habría espantado. Si quería conquistarlo teníe que jugar a su juego. Puta o virgen, ella sabía dar ambas versiones.
-¿Estás asustada?- le preguntó sentado sobre la estrecha cama.
Ella reprimió una sonrisa. Si supiera lo versada que estaba en el tema, el asustado sería él. Pero no podía delatarse.No ahora, la primera vez que quería  poseer a un hombre tanto como él a ella. Así que bajó la mirada y asintió levemente. Cuando  él la rodeó con sus brazos para tranquilizarla, no pudo evitar una sonrisa que ocultó en su hombro. Después buscó su boca, y cuando el beso se volvió más intenso y entregado él empezo a desabotonarle la camisa, auún con delicadeza, y muy despacio. Ella habría querido quitársela de un tirón, pero destruiría la imagen de si misma cuya creación había llevado semanas. Llegado el momento, también daría rienda suelta a esa faceta, pero entonces él se atribuiría el honor de haberla hecho  aflorar. Los hombres eran tan simples... Cuando cayó la última prenda, ella se cubrió tímidamente con la manta. El le acarició el cabello y la miró a los ojos, indaganda y aguardando a que ella le diese el beneplácito para meterse en la cama.
-¿No podrías apagar la vela? - Preguntó con voz temerosa.
-Sí, claro, por supuesto- respondió , turbado por no hacer pensado él  mismo que ella preferiría la protección de la penumbra. 
Extendió el brazo hacia la mesilla de noche y ahogó la llama con los dedos. En la oscuridad , ella sintió como se volvía y con una lentitud insufrible empezaba a tocarla. En el momento preciso, dejó escapar un gemido fingido de dolor con la esperanza de que cayera en la trampa, y de que no se diese cuenta de su engaño. Pero a juzgar por los cuidados que le dedicó después concluyó que no había abrigado la menor sospecha y se sintió muy satisfecha de su actuación.
Puesto que se vio obligada a reprimir su instinto natural , fue algo más aburrido de lo que esperaba ; pero existía en potencia y , muy pronto, ella podría dejarlo estallar de un modo que resultaría una agradable sorpresa para él. Acurrucada a su lado, sopesó la posibilidad de intentarlo una segunda vez, pero se decidió por esperar un poco. Debía contenttarse con haber representado su papel tan hábilmente y haberlo llevado justo adónde ella quería . Ahora se trataba de sacarle el máximo partido al tiempo que había invertido en él. Si jugaba bien sus cartas, podría contar con un excelente entretenimiento para todo el invierno.

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