Lo encontraba fascinante, extraño : Mucho más que extraño que sus otros colegas inútilmente presentados. Aquella disciplina que estudiaban parecía atraer solo a personajes siniestros o los volvía así con el tiempo. Pensó , por decir algo gracioso, en preguntar sobre el tema. Pero no se atrevió, daba igual, extraño era, e inquietante. Aunque había algo en esa mirada , como en un corpúsculo brillante flotando en aquellos ojos oscuros que ninguna mujer , ( bien segura estaba) había conseguido capturar.
Podía provocarlo y se moría de ganas. Se había echado el pelo a un lado para dejar el cuello al descubierto, y pasaba los dedos por la costura del bolso que llevaba en el regazo. Pero a más no se atrevía y si él estaba mirando a otro sitio no quería saberlo , tampoco quería volverse.
Él se sopló la mano cerrada para calentarse. Percibía su ansiedad pero no se decidía. y aunque se decidiera, pensaba, tampoco sabría qué, cómo hacer. Una vez , hablándole por propia experiencia , Dennis le había explicado que los primeros contactos son como las aperturas del ajedrez. No es preciso inventar nada porque ambos jugadores buscan lo mismo. Después el juego sigue su propio derrotero y es entonces cuando se necesita estrategia, ( ¡ But I don't even know them! ), se dijo. Al menos puso la mano izquierda en medio de los dos , como quien arroja al caballo a un mar y allí la dejó, inmóvil, a pesar de producirle escalofríos. Ella comprendió y sin hacer movimientos bruscos se desplazó al centro, le cogió el brazo por la muñeca y se lo pasó por la nuca. Descansó la cabeza en el pecho de él y cerro los ojos. Su pelo desprendía un perfume intenso que impregnaba sus intenciones.
EL taxi orilló a la izquierda y y ante la casa el taxista dijo :
-Seventeen thirty.
Él encontró un billete de veinte y se lo tendió.
-No change , thnx.
Ella abrió la portezuela , y mientras él se ordenaba seguirla , no se dignó a moverse. Ya en la acera, el taxista los muiraba por el retrovisor esperando instrucciones , la pantalla del taximetro marcaba 00.00 con cifras parpadeantes.
-Ven- ordenó ella.
Él obedeció. El apartamento estaba limpio y lleno de detalles, como puede estarlo la casa de una mujer que vive sola. En medio de una mesita redonda había una cesta de mimbre , petálos secos, que hacía tiempo que no emanaban perfume alguno. Las paredes estaban pintadas en tonos fuertes que casi ofendían, naranjas , azules oscuros, amarillo huevo, colores tan poco habituales que resultaban quizá irrespetuosos. Él pidió permiso para entrar y miró como ella se quitaba el abrigo, lo dejaba en una silla con soltura propia de quien se sentaba consciente de miradas posadas en ella. -Voy por algo de beber.
Él esperó en medio de la sala , con las destrozadas manos metidas en los bolsillos. Ella volvió al poco con dos vasos de vino tinto. Reía de algo que había pensado. Bebieron en silencio, mirando cohibidos a un lado y al otro. A ratos cruzaban las miradas y entonces sonreían como dos chiquillos. Ella tenía las piernas dobladas sobre el sofá para ganar espacio hacia él y preparar el escenario. Sólo faltaba empezar la actuacción, un arranque en frío instantáneo y brutal como todos los comienzos. Sólo se lo pensó un momento, dejó el vaso en el suelo, detrás del sofá para no derramarlo con los pies, se alzó sobre él y le besó. Se quitó los tacones, calleron al suelo con un ruido sordo, y montó a horcajadas sobre él. Sin darle tiempo a decir no, le arrebató el vaso y le guió las manos a sus caderas. Él tenía la lengua rígida. Ella empezó a girar la propia a su alrededor, sin parar, para ponerla en movimiento hasta que él empezó a hacer lo mismo en sentido contrario . Se dejaron caer a un lado algo torpes y el quedó debajo. Pensaba en el movimiento circular de sus lenguas, pero no tardó en perder la concentración como su cara oprimida por unas dulces manos hubiera atascado el alambicado engranaje de su pensamiento. Deslizó las manos por debajo de la camisa de ella y el contacto con su piel no le molestó . Se quitaron la ropa despacio sin separarse y sin abrir los ojos .
Y mientras bregaba con el cierre del sujetador , pensó que esas cosas pasaban...
sábado, 29 de enero de 2011
Que al final pasan aunque no sepas .
en 7:13
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